Por la Vuelta del Castillo este petirrojo estuvo jugando conmigo durante varios minutos. Tan pronto como me acercaba a él, volaba hasta el siguiente árbol, y así permanecimos durante un gran rato, hasta que se me ocurrió mirar al reloj y comprobar que iba a llegar tarde a mi cita. Aquel vivaracho petirrojo pamplonés me había cautivado con sus artimañas aquella mañana de primavera.