Hasta que las excavadoras del progreso entraron al meandro de Aranzadi, las huertas situadas en este caprichoso dibujo del río Arga eran el testimonio vivo y productivo de la agricultura que practicaron nuestras generaciones pasadas. Esta fotografía retrata un Aranzadi que ya no existe, en la que grandes pedazos de tierra en la que antes crecían lechugas, tomates o alubias verdes se han tapado con una gruesa capa de cemento que impide que germine la vida.