Hasta este pequeño pueblo del Alto Bidasoa nos hemos acercado para soltar las piernas. Hemos pasado la tarde paseando por sus alrededores y contemplando sus bellas panorámicas, mientras caía una suave lluvia, langarra que decimos por aquí en euskera. Nos hemos tropezado con un rebaño de ovejas, hemos observado su pequeño cementerio, sus montañas imponentes y los caseríos antiguos, hemos divisado a lo lejos localidades tan bellas como Donamaría o Gaztelu, y nos hemos olvidado de nuestras preocupaciones en la ciudad, que era de lo que se trataba.